China 1992, India 2012

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Por: Chris Devonshire-Ellis

Hace un poco más de 20 años, me encontraba en las oficinas de Asia Law & Practice en Hong Kong, conversando con el director ejecutivo de aquél tiempo. Me dijo, “No vayas a China, Chris. Es sucia, comunista, nada funciona y te estafarán”.

Quizás sin pensarlo no escuché sus consejos, renuncié a mi posición (había trabajado en un libro titulado “Vida y Muerte de una Joint Venture en Shanghai”) y me trasladé a Shenzhen a fundar un embrión de Dezan Shira & Associates. Las palabras del director han permanecido en mí desde entonces, no porque hayan estado equivocadas – de hecho lo que él había dicho era bastante cierto – sino porque ignoraban el que China dejaría de permanecer en una existencia anti-comercial.

20 años después, cuando es posible ordenar botellas de Margaux en Jean Georges (un restaurante en Shanghai que ha sido calificado con la estrella Michelin), cuando se cierran tratos de miles de millones de dólares y cuando empresas presencian la mayor parte de sus utilidades emanar de China, es sencillo olvidar qué tan lejos ha progresado China.

Como se me advirtió, no siempre ha sido el caso. China en 1992 era un lugar sucio – en parte dado que la primera ola de grandes construcciones se había iniciado con la consecuente proliferación de polvo por doquier – y las condiciones sanitarias distaban de ser perfectas. Un chiste de la época en Hong Kong ilustraba la realidad: “¿Cómo se puede dar uno cuenta si un comensal proviene de la China Continental?” La respuesta, “Porque esteriliza los palillos en té hirviendo antes de comer”.

La infraestructura era pobre, lo cual es sencillo olvidar, especialmente entre jóvenes que conducen un Mercedes Coupe, al frecuentar hoteles que gozan de restaurantes en el piso 100. En 1992, conducir al aeropuerto de Beijing implicaba esquivar carromatos tirados de burros en la carretera, señalización mínima y nada más que fideos secos y agua caliente en la terminal de salidas. Hoy, China compra el último Airbus A380 y opera desde un palacio arquitectónico diseñado por Norman Foster. Mientras tanto, en Shanghai, la ciudad cerraba virtualmente a las 9 de la noche y no siempre se podría gozar de un espacio en un restaurante. “Usted no puede entrar”, decía la dueña de un restaurante en Nanjing Lu, “¡Usted es un capitalista de Occidente!”

Anécdotas como éstas son divertidas pues nos recuerdan lo lejos que ha viajado China. Sin embargo, también son relevantes al pensar en lo que le espera a India. Inicié las aventuras de nuestra firma en India hace seis años, en algún momento antes de la Crisis Financiera Global, cuando las mismas actitudes hacia India prevalecían. “¡Es sucia, pobre y nada funciona!” (Pocos mencionaban el sistema político del país, más allá de notar la disfunción del país en comparación con el estado de partido único que puede hacer lo que quiera, cuando se quiera, en China).

Desde luego, quienes comentan esto tienen razón, por lo menos en sus percepciones. Partes (no todo) de India son muy pobres. Mucho del país es sucio, por lo menos en el sentido de lo que las culturas occidentales consideran suciedad. Y mucha de la infraestructura se encuentra en estado decadente. Hace tan sólo cuatro años, mientras esperaba tomar mi maleta en el Aeropuerto Internacional de Bombay, un ladrillo cayó del techo y se estrelló en el suelo a poco menos de medio metro del sitio en el cual me encontraba (sin duda algunos competidores desearían el ladrillo hubiera tenido mejor puntería). Los caminos al aeropuerto estaban repletos de hoyos. En ellos viajaban los mismos carromatos y burros que había presenciado en la carretera al aeropuerto de Beijing hace ya muchos años. Me sentía, extrañamente, en casa.

Sin embargo, como hemos aprendido de China, dichos periodos en grandes economías emergentes no duran por mucho tiempo. No durarán en India, cuya población democrática se pregunta por qué su país ha quedado atrás de China en términos de calidad y de servicio. Un político indo que promete (y cumple) proyectos de infraestructura nuevos y eficientes será reelecto, mientras que los que hablan sobre eliminar la pobreza sin hacer nada al respecto serán echados de sus puestos.

Los cambios ya están ocurriendo. La terminal del aeropuerto en el que alguna vez pude haber terminado decapitado es ya de clase mundial – lo prefiero aún al aeropuerto de Beijing, cuyo tamaño ya es demasiado grande para poder considerarse cómodo. Las carreteras al aeropuerto se utilizan a través del pago de cuotas con lo cual quedan eliminados los animales de carga, y puentes conectan áreas de Bombay de forma directa en vez de forzar a uno a conducir en torno a la costa. La vía Bandra-Worli es el equivalente contemporáneo del Puente Shanghai-Ningbo – ambos reducen horas de un viaje que antes tomaba tres o cuatro horas.

China también nos ha enseñado a no preocuparnos demasiado sobre los sistemas políticos en lo que toca al comercio – mientras funcionen, sean abiertos a la inversión y sean sustentables. El mundo ha aprendido a vivir, si bien no a amar, al partido único en China. Ahora son los políticos indios quienes comienzan a cumplir en una de las democracias más grandes y caóticas.

Una serie de eventos han mostrado que India está decidida a avanzar – desde la remoción de barreras a la inversión para cadenas de venta al detalle, hasta una decisión en la Suprema Corte que favoreció a Vodafone en una disputa de impuestos. India ha incluso superado a China al permitir, por primera vez, la compra de acciones indias por extranjeros – lo cual aún no se permite a extranjeros que deseen adquirir acciones en los mercados de valores de Shanghai o Shenzhen. Estos sucesos no tienen antecedente, y dan una señal positiva sobre la sustentabilidad de India como destino de inversión.

El momento es pertinente, aún al punto de parecer diseñado así. De forma conveniente, conforme la gran población china en edad productiva comienza a contraerse (la edad promedio de un trabajador chino es ya 35 años), la población india se encuentra en su mejor momento (edad promedio, 23 años). La mano de obra barata es un beneficio ahora de India, y es un importante cambio demográfico. La ventaja no es solamente en los costes laborales. Algo de lo que goza India en 2012 que no existía en China en 1992 es la capacidad de gasto de la clase media. China ha ampliado su clase media en los últimos 20 años. India, sin embargo, siempre ha poseído una clase acomodada. Esto significa que existe un potencial en India en 2012 que no existía en 1992 en China. De forma coincidente, el tamaño de la clase media de ambos países es más o menos el mismo – cifras razonables colocan a ambas en niveles de 250 millones que pueden gastar en educación en el extranjero, en viajes, y en productos de lujo locales. Esto significa que mientras China ha debido concentrarse en la manufactura orientada a la exportación, India proporciona soluciones de manufactura a precios razonables y un amplio mercado interno. Se podría decir que el consumidor indio es más sencillo de encontrar que en China – la concentración es en pocas ciudades, existen menores sensibilidades culturales e idiomáticas, y se encuentran menos encasillados por las grandes corporaciones del Estado. En pocas palabras, India se encuentra lista para comprar y para producir para exportación.

Desde luego, mucho se ha dicho ya sobre India en comparación a China. Tuve oportunidad de presentar unos de los primeros seminarios sobre inversión en India en China en 2006 con quien en aquel entonces era Embajadora de India en China, Madame Nirupama Rao (posteriormente se convirtió ministra del exterior de su país y es actualmente la embajadora india en los Estados Unidos).

Claramente, hemos estado trabajando en el ámbito China-India por un tiempo ya. Como en China en 1992, el camino no siempre ha sido ligero, pero es el trabajo de un consultor acumular experiencias – frecuentemente fruto de errores cometidos en el país mismo (una de las razones por las cuales se debe preferir consultores locales a consultores extranjeros) a fin de transmitir la sabiduría para que otros eviten los mismos errores. A China e India une la certeza del desarrollo. Las recientes señales provenientes de India es exactamente lo mismo que China comenzó a hacer en 1992.

Ernst & Young también ha reconocido los pasos que ha dado India. En el Foro Económico Mundial de Davos del pasado fin de semana, la firma produjo un resumen de 252 páginas sobre los beneficios que representa para una empresa multinacional estar en India. En el reporte se citan a cientos de líderes empresariales, quienes expresaron tener “mucha confianza” en el crecimiento de ingresos provenientes de India en los siguientes 12 meses. Deberán de estarlo – el crecimiento del producto interno bruto indio alcanzó niveles de 7.7% el año pasado y se espera supere 8.0% en 2012. Un ambiente positivo para los negocios hace del país si bien no un sucesor de China, un importante aliado para las utilidades de las empresas multinacionales; especialmente si comparamos con los ambientes que imperan en Norteamérica y Europa.

La situación para las empresas multinacionales ya ha dado una gran vuelta. Tal como quienes ingresaron a China hace 20 años encontraron dificultades y problemas, también encontraron oportunidades.

India ofrece mucho de lo mismo, y los inversionistas deben ser capaces de visualizar más allá de la falta de transparencia y la pobre infraestructura en su búsqueda de crecimiento. Deben ser capaces de agregar valor a sus operaciones internacionales a través de una inversión en India. Como China, el momento de India ha llegado, y las estrategias de corporaciones globales deben declarar a China e India como dos objetivos fundamentales.

Este artículo fue traducido de la versión original en Inglés por nuestro socio el-emergente.com.

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